domingo, 20 de noviembre de 2011

La infancia

        Son muchos los recuerdos que se suelen tener de la infancia, aunque de muchos ya no te acuerdes. Desde el año y medio yo fui ala guarderia y empecé el colegio, como todos, con tres. Mi primer recuerdo de cuando era pequeño, es que tenía mucho miedo y estaba nervioso a más no poder, no podía parar de hacerle preguntas a mi madre, era un momento que iría a recordar durante mucho tiempo o incluso o incluso para siempre.
          De mis compañeros me acuerdo perfectamente, de hecho en mi clase hay seis de ellos. El primer día un niño, cuyo miedo no era como el mío, sino que se trataba de pánico, ya que lloraba desconsoladamente queriendo no soltar a su madre nunca.
          Como en todos lados, algo de diversión tendría que haber, pensaba yo con esa mentalidad de solo jugar, pero lo que no sabía es que sería tan fácil y divertido; nos pasábamos el día jugando y nos leían cuentos; era increíble. Ahora que me paro a pensarlo digo: ¿Por qué estaba tan nervioso? Es obvio que cambiamos como personas desde que somos tan pequeños, pero son inimaginables los recuerdos sentimentales que puedes tener de cuando medías un metro y trenta y cinco centímetros.
           Uno de mis mejores recuerdos es de una niña rubita, de ojos verdes y un poco mandona. Como se puede deducir por esta escasa descripción es que estaba enamorado, y no me atrevo a decir su nombre, devido a que lo lea, porque ahora es de mis mejores amigas.
            Estos recuerdos son característicos de como es la etapa infantil, que comparados a los de la adolesdencia son simples anécdotas o tonterías sin valor. Muchas veces se dice: ¡Que gusto da ser niño¡ Pero yo, ahora, despues de contar todos estos recuerdos, digo que cada momento de la vida tiene que ser especial y nunca debes arrepentirte de nada.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Maruja y María

        Esta no es una historia que yo, ni mucho menos, me he inventado sino que vi con mis propios ojos y que aún ahora me sigue remordiendo la conciencia por ser un poco cobarde, aunque me cuesta admitirlo.
         Resulta que un día me encontré a Maruja y me puse a hablar con ella de los vecinos que, por cierto se habían separado, ¡con la buena pareja que hacían¡, y , como habitualmente, fuimos a tomar un café. Después de un buen rato hablando me contó que María, su nieta, iría a visitarla unos días y que, fiel a su amabilidad, le prometió que iría con un pastel de carne.
          Dede ese día, no volví a ver a Maruja, pero dos días después, cuando iba a casa de Manola, me encontré a María, le dije que su abuela estaba impaciente y, por lo visto, ella tambien, ya que me dijo:"Lo siento, pero tengo prisa". A continuación, se fue hacia casa de Maruja y yo fui por el atajo que hizo mi marido para cuando va a cazar y que pasa por mi casa, la más bonita y limpia de la comarca. Hablé con Paco, le conté rapidamente todo y fui para casa de Maruja. Cuando llegué vi a María entrando por la puerta y yo, me escondí detrás de un arbusto que me dejaba ver por la ventana que daba ala habitación de Maruja. Entró María con su cesta y su preciosa capucha puesta, que Maruja había hecho el día de costura. No podía oír muy bien desde la ventana, deducí por los gestos de Maruja, que estaba en cama, le decía que le dolían los ojos y las orejas, un tanto extraño.
           Seguí atenta ala conversación y de repente Maruja, o más bien el lobo, enseñó sus enormes dientes afilados.Corrí todo lo que pude a casa y Paco cogió la escopeta y fue a por el lobo. Cuando llegué mi marido estaba abrazado a María, seguramente ala inversa, perlo el lobo estaba en el suelo desángrandose.
            María nos contó todo y, solo tenía simples arañazos y contusiones, pero encontramos a Maruja en el armario. ¡Que cobarde fui¡ Aunque al fin y al cabo le salvé la vida. Esta es una historia que nunca olvidaré y menos aún a mi querida amiga Maruja.